Ese lunes tocaba excursión, pero no quería dejar pasar un día más sin que viéramos uno de los lugares de Palermo que concentra mayor cantidad de estilos, de culturas y de belleza. Románico, normando, barroco, piedra, mosaico, estuco ... y la posibilidad de asistir, desde una improvisada tribuna, al entierro de un personaje importante. No sabíamos quien era, tampoco nos importaba mucho, la verdad, pero a los muchos carabinieri que allí se concentraban, parece que sí. La muerte en Palermo sale a tu encuentro cuando menos te lo esperas, para recordarte que estás vivo. Y ahí, en aquella plaza, un concentrado de belleza a nuestro alcance, nos daba una razón más para estarlo.
En un cielo todavía gris se recortaban ante nosotros las cúpulas de las iglesias de San Cataldo, y de Santa Maria dell'Ammiraglio, conocida como la Martorana. Esta última, una iglesia de rito bizantino, fue encargada en el siglo XII por Giorgio di Antiochia, almirante del rey normando Roger II. Aunque fue restructurada en época barroca, conserva los mosaicos originales, que son de una calidad y belleza extraordinarias.
La riqueza y el colorido del interior de la Martorana, contrasta con la sobriedad imponente de la iglesia vecina de San Cataldo, fundada también en el siglo XII. Sus tres originales cúpulas rojas, acaban de dar a la Piazza Bellini ese toque tan pintoresco y palermitano
La foto que inaugura esta entrada y en la que el grupo parece estar contemplando una mascletà, esta tomada en la fachada de la iglesia dominica de Santa Caterina. Un edificio del siglo XVI, cuya decoración la convierte en un paradigma del barroco siciliano. Mármoles, estucos y frescos, que sin dejar un espacio vacío, crean al tiempo un conjunto bello y armónico. Ese es el buen barroco. Ese que decís que tanto me gusta. Pero no os lo mostré porque me gustara, sino porque es uno de los platos fuertes del patrimonio siciliano. Ir a Sicilia, y no pararse en el Barroco, ya sabéis, es como ir a Palermo y no ver Monreale.
Feliz estanciaa en la plaza de las tres admirables iglesias, cada una en su estilo pero insuperables en belleza. La sobriedad de San Cataldo me impresionó y lo reconocí como lugar de oración. La Martorana, resplandeciente con sus mosaicos que rememoran un pasado rico y ferviente en sus creencias. Y los mármoles rosados y multicolores de Santa Caterina, es ahí donde el barroco se reconoce en toda su grandeza.
ResponderEliminarTuvimos la fortuna de encontrarnos con la celebración de un entierro. Allí, desde la tribuna de la iglesia, pudimos contemplar la parafernalia del culto palermitano y mediterráneo de la muerte: mucha gente acompañando al difunto que iba a ser honrado en la Martorana; muchos carabinieri, de donde inferimos que se trataba de alguien importante; y flores, muchas flores, coronas, gente, vehículos, todo un caos para la muerte celebrada. Un gran espectáculo barroco.
ResponderEliminarOtra sorpresa que salió a nuestro encuentro paseando por Palermo.
Ay! qué lugares tan hermosos, llenos de vida y de historia.
ResponderEliminarMe gusta visitar, pisar y oler esas tierras, con toda la desnudez de la vida diaria; abandonar la mirada del turista y convertirme en viajera respetuosa de hábitos para fundirme en el entorno que sus habitantes van creando, día tras día, sobre el sustrato de sus antepasados.