jueves, 16 de mayo de 2013

TERCER DÍA - SEGUNDA PARTE. "Fui lo que tú eres ... y lo que yo soy, tu serás"



Así es. ¿Hay en la vida mayor certeza que la muerte? Pobre muerte. La negamos, la ignoramos, la afeamos, la convertimos por obra y gracia de nuestra imaginación y de nuestros miedos en un enemigo a batir. Sin aceptar que es, no sólo parte de la vida, sino la vida misma, y sobre todo sin aceptar que es imbatible. Nos acompaña desde que venimos al mundo, desde que gastamos el primer segundo de vida, y esa certeza es la que debería llevarnos a vivir, y no a gastar la vida. Palermo tiene una estrecha e intensa relación con la muerte. Porque tiene una estrecha e intensa relación con la vida. Si me hacéis caso y veis "Palermo Shooting", Win Wenders os revelará esta reflexión de manera magistral al final de la película. A través de Denis Hooper, nos hace ver que "la muerte es el mayor malentendido que ha existido jamás" y sobre todo que "el miedo a la muerte es el miedo  a la vida".  Yo recibí en Palermo la noticia de la muerte de un buen amigo, mientras disfrutaba de la pasta alla norma que un día me recomendó. No sé si os distéis cuenta, pero no fue un momento fácil, y lo más difícil fue intentar que no se notara. Pero me ayudó mucho pensar en algo que aprendí en mi anterior viaje a Palermo. No hay que compadecer a quien muere. Todos morimos. Hay que compadecer a quien no sabe vivir. Y mi amigo, como mi padre, supo vivir. 


Permitidme esta pequeña reflexión, porque la creo importante para justificar una visita que para mí, va más allá de una curiosidad o un espectáculo macabro. Por eso la propuse en el itinerario como algo imprescindible. Imprescindible sobre todo para conocer el por qué de otras cosas que aparentemente nada tienen que ver con lo que encontramos en las catacumbas de los capuchinos de Palermo. La belleza, como ya sabéis y tantas veces hemos comentando, nos sale al paso en cualquier lugar si tenemos la mirada atenta. Pero no era eso lo que buscábamos. Tampoco el morbo. Quizá, un poco de curiosidad sí había. No sé lo que cada uno buscaría allí, ni tampoco lo que encontró. Pero es cierto que cuando uno entra en ese lugar y empieza a caminar entre aquellas momias, siente una inquietud y una angustia que se va atenuando a medida que avanza. Primero apenas puede mirarlas, luego las mira de reojo, luego abiertamente, y al final hasta le encuentra el lado cómico a lo que en un principio percibió como algo aterrador. Los mismos rostros que le sobrecogieron, y parecían gritarle, se convierten en máscaras grotescas.
            









 ¿Qué hace aquí toda esta gente? Se pregunta uno. Pues eso, tratar de vencer a la muerte y no aceptar el sentido de la vida. La temperatura y el aire del lugar, y unas técnicas precisas de embalsamamiento, permitían que se retrasara el proceso natural de descomposición de los cuerpos. Y eso es lo que hizo que aquellas 8000 almas quisieran pasar la eternidad en las catacumbas de los padres capuchinos. Y allí se nos muestran vestidas con sus mejores galas, ostentando su rango o su condición social, ordenadas por sexos, edades, profesiones. Seguramente no llegaron a imaginar la patética imagen que un día ofrecerían a los perplejos visitantes, y eso reconozco que me inspiró cierta compasión. Pero al menos cumplen la función de recordarnos que podemos cambiar nuestra vida, pero no alterar sus ciclos o manipular su esencia. 


¿No somos nada? Si. Claro que somos. Somos lo que queramos ser. Para eso esta la vida. Aquellos rostros deformados quieren recordarnos lo que somos. Pero no somos eso. De hecho, ellos, ya no son. Aunque tengo que confesar que algunos de aquellos muertos ... me recordaron a muchos vivos. A muchos muertos en vida.  
Yo les hubiera recomendado, como os recomendé a vosotros, visitar el Palazzo Abbatellis, cerca del puerto, y contemplar el triunfo de la muerte en este fresco medieval lleno de respuestas

              

Disculpad, pero en esta entrada las fotos no son mías. Solo las de esos cuatro vivos tan guapos que habéis visto. Hay normas que me gusta respetar, porque deben respetarse. Como las del ciclo de la vida. 

                              

1 comentario:

  1. Sensaciones e impresiones compartidas en esta visita, mejor expresado imposible.
    Quiero añadir, que la euforia que tenía a la entrada de la catacumba se fue desvaneciendo hasta convertirse en un rechazo profundo al exhibicionismo de los restos de gentes que confiaron su reposo eterno al cuidado de los monjes que, actualmente, comercian con sus cuerpos.
    No encuentro paliativos a tal violación. Todos pagamos por ver la exposición de los restos.
    de la visita, las primeras impresiones, los personajes que encontré, la famosa niña Rosalia,

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